sábado, 28 de junio de 2008

La sonrisa del inseguro


Y una idea envejece, tan veloz, tan precisa como la velocidad del ruido consistente de los gritos.


Decidida, un alma busca las ambigüedades de su sueño encarcelado, esa distante pero presente imagen que se revela de vez en vez consiguiendo ser el centro, y poco a poco es desmantelada por la rutina que desprecian los besos, y así como el sueño, la imanación como fiel aliado entristece y desviste al corcel.


Y mientras el cuerpo sigue el ritmo de sus pasos tartamudos, es observado y analizado por las lágrimas de un abogado, que bailando al tempo de la música mas melancólica, conectaron extrañamente con la sonrisa del inseguro.


Admira mi respeto al hecho de vivir consciente y responsable, pero nunca al de acechar el deber, tanto así, que el ser envejece al nunca estar sosegado.


Vive la rutina lo rutinario, sueña el sueño el soñador después de haberse acostado.


Así como su presente, que llegado el momento de ser libre, se aferra al pasado.


Llora el indeleble, ríe el lápiz junto a la impaciencia del borrador ante el papel.


Debió haber sabido ese hombre, que un sueño debe ser perseguido e intocable, presumido y respetable, debió haber creído o al menos detenerse ante las palabras del libre albedrío, que gritando sin permiso, se canso de acariciarle el tímpano.


Cae la noche, llora el malagradecido.


Así como la portada de aquel libro, que mostrándose viva y atractiva, ignoró siempre su contenido, por miedo a pasar de página.

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