jueves, 19 de junio de 2008

Cantautor en un tejado


Aquellas risas estúpidas e incoherentes.


El matiz perfecto, perfecto beso entre la lluvia y el sol, sutil melodía que ahora se burla de nosotros por permanecer ausente, por aparecer de vez en vez analizando sus sonrisas, y postrando en la mía un pequeño alfiler que teje una red protectora, red que eventualmente se derrumba en pedacitos, y esta lágrima impaciente y desesperada, me recuerda que estoy sangrando.


Muero, muero, VIVO, muero. Sonrío.


Pero tu, tu tan presente, tan atento y tan hambriento, hambriento de palabras, deseoso de escuchar, de sentirme y percibirme, de entenderme y comprenderme, recuerdas que hay un código, permaneces.


¡Oh, tu!, ¿Que harían estas letras si no pudieran sentarse en ti un rato a reflexionar?     ¿Que posiblemente haría esta tinta si no tuviera a quien besar?


Actúa la soledad en un teatro, canta la impaciencia su ultima canción, se escapan las sonrisas sin dejar rastros,y todo esto, mientras se derrumba este iluso corazón.


Un tejado sostiene a un violinista, tanta notas componen una reflexión.   


El cemento sostiene a un cantautor, tantas velas no encendidas lo han llevado a ser solista. Y mientras un cuerpo grita, otras veces llora con desconfianza, y sin prestar atención, vuelve a gritar, hasta que el tiempo muy pocas veces, apacigua su desaparición.


Así como aquel hombre de la historia, ese que entre tanta búsqueda de amor y paz, fue crucificado y acechado, destruido antes de tiempo.


Llamando a la desesperanza, escapó una lágrima, que sintiéndose abrumada y amenazada, saltó al vacío, sin saber que al pasar los segundos, después de haber acariciado mi rostro decaído, pasaría a secarse junto a otras que también recitaban su discurso, como aquel cantautor, que escapando, cantaba su próxima canción.



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